Este texto, no es invención mia, pero vaya que puede darnos una verdadera perspectiva de un tema que esta causando polémica dentro del país mexicano. Carlos Castillo Peraza, escritor en "La Jornada", nos muestra en el siguiente trabajo, una analogía, que sin duda nos hará comprender mejor el conflicto del aborto.
"Las tortugas son reptiles del orden de los quelonios. Su característica más importante es la de contar con una concha que alberga sus órganos vitales y los protege de las agresiones del medio. Paradigma de la lentitud y de la longevidad, estos animales han sido víctimas de la depredación humana que ha llegado al extremo de acabar paulatinamente con ellos disponiendo de sus huevos. La televisión mexicana; con el patrocinio de agencias internacionales y nacionales, tanto privadas como públicas, incluida una famosa marca de motocicletas japonesas y otra de llantas— ha alertado del peligro de extinción de alguna de las subespecies. La Armada de México, biólogos graduados, estudiantes y amantes de la naturaleza despliegan una intensa y loable actividad encaminada a proteger de la voracidad humana los huevos de la tortuga marina. Brigadas de voluntarios recorren las playas en que las hembras entierran con delicadeza y paciencia centenares de futuras tortugas que nacerán gracias a la acción del calor solar.
Al parecer nadie duda de que esos huevos fecundados serán en efecto tortugas. Si supusieran que de ellos saldrían perros o caballos no habría tal actividad de protección. No he sabido hasta la fecha de debate alguno en torno a la “tortuguidad” de esos productos, ni he oído argumentos a favor de los depredadores en el sentido de que, como las futuras tortugas todavía no se “tortuguizan” por completo, resulte aceptable disponer de tales objetos como si no fueran a ser lo que ya comenzaron a ser. En el límite, la más leve sospecha de que de cada huevo pueda surgir una tortuga mueve a miles de personas a prodigar cuidados, recursos y trabajo para salvarlos a todos y cada uno. Disponer de uno solo de ellos está penado por ley. Tampoco me ha tocado escuchar discusión alguna en torno a tortugas no deseadas, ni en relación con los peligros que las tortuguitas recién brotadas correrán en el mar para justificar matarlas antes de que ellas mismas asuman el riesgo de vivir. Sería absurdo que alguien se erigiera en último y definitivo juez de la “tortuguidad” de los huevos de tortuga y, con base en su juicio, determinara qué huevo merece pasar al plato de algún sibarita. No hay quien se anime a proclamarse creador de tortugas-sujetos-del-derecho-a-vivir. Todo huevo de tortuga tiene derecho, por ser tal, a ser respetado.
¡Bienaventuradas tortugas! No hay quien afirme que sólo la libertad de matarlas las haría dignas de la vida.
No dependen de las decisiones inapelables de seres más fuertes, más inteligentes, más dotados de recursos que ellas; les va mejor que a los judíos o a los gitanos bajo el régimen de Hitler; tienen más oportunidades que un disidente en tiempos de Stalin, que un negro bajo el régimen sudafricano, que un piel roja en los terrenos de Bufalo Bill. Tampoco están sometidas a aquel criterio del Marqués de Sade: “imaginar que no se puede destruir, si así se requiere, un poco de materia fecundada, es llevar demasiado
lejos el respeto por ésta”.
lejos el respeto por ésta”.
¡Bienaventuradas tortugas! Parecen tener más defensores que algunos niños no nacidos."